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Todos hermanos. Pero con los musulmanes, para Francisco, es todo más complicado

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Diálogo fraterno entre todas las religiones y puertas abiertas a los inmigrantes de cualquier fe. Estos son los dos caminos maestros de la geopolítica religiosa del pontificado de Jorge Mario Bergoglio.

El primero se puso a prueba con el viaje del papa a Iraq, del 5 al 8 de marzo. Y tuvo sus momentos culminantes en la visita de Francisco al gran ayatolá chií Al-Sistani y el encuentro en Ur entre “los hijos de Abraham” (ver foto).

Lo que ocurre es que en Ur no había judíos por el veto de los regímenes musulmanes de Bagdad y Teherán. Y, a pesar de ello, en los países árabes, en Irán, en Turquía, el viaje del papa ha sido valorado de forma predominantemente negativa, por motivos vinculados tanto a la oposición histórica entre suníes y chiíes, como a la división en el campo suní entre las corrientes de Al-Azhar y los Hermanos Musulmanes y en el campo chií entre la teocracia de Jomeini y el “quietismo” de Al-Sistani, con Francisco acusado de haber apoyado a unos en contra de los otros.

Es posible leer una explicación bien argumentada de estas críticas, traducida al inglés, en este ensayo del profesor Ozcam Hidir de la Universidad Sabahattin Zaim de Estambul, especialista del islam y las relaciones con el judaísmo y el cristianismo:

> Analysis. Theo-politics of Pope’s visit to Iraq

Pero el segundo camino maestro de la geopolítica religiosa de Francisco, el de acoger e integrar a los inmigrantes, especialmente a los de fe musulmana, en Europa, también se encuentra en una situación complicada.

El asunto delicado no es tanto la acogida, de la que Francisco es un predicador incansable, sino la integración, en gran medida deficiente o fallida por culpa de políticas erróneas e, incluso antes, de una comprensión distorsionada de las sensibilidades y expectativas reales de los musulmanes inmigrados a Europa, por no hablar de la falta total de una evangelización que ni siquiera se intentó.

Un análisis profundo de esta integración fallida –análisis basado incluso en investigaciones in situ– ha sido publicado por un erudito musulmán egipcio, Wael Farouq, en el último número de “Vita e Pensiero”, la revista de la Universidad Católica de Milán.

Farouq es profesor de lengua y cultura árabe en esta universidad, pero también lo fue en la Universidad de Nueva York y en la American University de El Cairo. En 2017, Settimo Cielo sacó a la luz una tajante denuncia suya en relación con el vínculo esencial entre terrorismo islámico y “una doctrina específica” del propio Islam:

> Queríamos un musulmán para decir lo que para el Papa y los obispos es tabú

Incluso en la última parte de este otro artículo suyo –cuyos pasajes principales reproducimos aquí–, Farouq reitera el vínculo entre terrorismo y “los textos sagrados del islam”. Pero la mayor parte de su análisis es precisamente sobre la cuestión de la integración, lejos de resolverse por las razones que él mismo identifica y explica.

Le damos la palabra.

*

MUSULMANES EN EUROPA. SE NECESITA MUCHO MÁS QUE PROHIBIR EL VELO

 

de Wael Farouq

En las sociedades árabe-islámicas, la modernidad ha entablado una compleja relación con la tradición. Estas han conseguido adaptarse la una a la otra y al mismo tiempo someterse mutuamente. […] Ejemplos de ello son estilos de vida, opiniones y comportamientos públicos que no pueden describirse ni como tradicionales ni como modernos, sino que son una mezcla distorsionada de ambos. En resumen, se puede afirmar que la modernidad ha desarrollado los elementos rígidos e irracionales de la tradición, mientras que la tradición ha desarrollado los aspectos formales, no auténticos, de la modernidad. […]

Sin embargo, la responsabilidad es también del fracaso de los modelos de integración europeos, evidentes hoy por la existencia –en todas las metrópolis de Europa– de “sociedades paralelas” en las que viven los inmigrantes musulmanes; resultado quizás de lo que Benedicto XVI calificó como “pluralismo negativo”, según el cual para el diálogo y la convivencia sería necesario superar las diferencias y disparidades que distinguen a una cultura de la otra. […]

Francia, por ejemplo, prohíbe la exhibición de símbolos religiosos en espacios públicos. El problema aquí es la integración por “sustracción”: para luchar contra la exclusión de lo diferente, se opta por excluir la diferencia. Pero cuando la experiencia religiosa es uno de los elementos más importantes de la identidad, la exclusión de la diferencia se convierte de hecho en la exclusión de la persona, y la adaptación o el aislamiento en la propia comunidad religiosa, y no la interacción, será lo que marcará la relación de los inmigrantes con la sociedad. […]

Las preguntas que los inmigrantes musulmanes en Europa se hacen sobre la relación entre su fe y la cultura occidental, junto con las consiguientes respuestas, constituyen lo que técnicamente se llama “fatwa” y están disponibles públicamente en muchos sitios web que, en Europa, han ocupado el lugar de las autoridades religiosas islámicas. En mi libro “Conflicting Arab Identities. Language, Tradition and Modernity” (Milán-Bagdad, Muta, 2018) analicé una muestra de alrededor de mil preguntas formuladas por musulmanes europeos, investigando cómo la compleja interacción entre tradición y modernidad en el mundo árabe-islámico ha sido trasladada al contexto occidental.

El hallazgo más importante de este estudio es que las preocupaciones y esperanzas de los musulmanes en Europa están muy alejadas de los temas que normalmente son el centro de atención de los medios de comunicación, por ejemplo, el velo, los símbolos religiosos en el espacio público o la construcción de mezquitas. Estos temas atraen un interés marginal entre los musulmanes residentes en Europa, un resultado aún más significativo si consideramos que quienes piden una “fatwa” son los más religiosos de ellos.

Lo que realmente interesa a los musulmanes europeos es la relación con otros, musulmanes y no musulmanes. Este último tema constituye el 45% de las preguntas. Todas son preguntas personales, que conciernen a las personas y rara vez se refieren a asuntos públicos. Si agregamos las preguntas sobre los actos de adoración, es decir, sobre la relación personal con Dios, el porcentaje se eleva al 63%. Esto lleva a la conclusión de que a estos musulmanes les preocupa principalmente cómo encajar en las sociedades europeas como individuos y no como comunidad o minoría religiosa. Los musulmanes más religiosos de Europa, aquellos que se toman la molestia de pedir una fatwā, se esfuerzan por adaptarse a la sociedad, no intentan oponerse a ella formando un campo antagónico, ni parecen dispuestos a aislarse en su comunidad religiosa.

Sin embargo, la mezcla […] ya mencionada de tradición rígida y modernidad distorsionada también está claramente delineada. El principal impulsor de las preguntas de estos musulmanes es el miedo a romper las “reglas” y cometer pecado. Parece que los musulmanes ya no se preocupan por saber qué es bueno y qué es malo, porque están las “reglas”: seguirlas exime de hacer preguntas peligrosas que podrían alejarnos de la religión. […]

Las contradicciones de la falsa modernidad árabe-islámica, por tanto, se vuelven aún más complejas en el caso de los inmigrantes musulmanes en Europa, donde tienen que enfrentarse a una crisis de identidad y de producción de significado de agudeza igual a la de sus propias sociedades de origen. […]

¿Cómo interpretar entonces el terrorismo islámico a la luz de estas consideraciones? En realidad, se observa que en los ataques terroristas siempre están involucrados dos tipos de musulmanes: los integrados y los no integrados. En el ataque perpetrado en Viena el 2 de noviembre de 2020, estaba el terrorista, pero también tres musulmanes, dos turcos y un palestino, que ayudaron a la policía y salvaron la vida de un agente. Entre las víctimas de la masacre de “Charlie Hebdo” también había un policía musulmán.

Los últimos ataques en Francia y Austria, como otros muchos atentados en los últimos años, fueron perpetrados por yihadistas ya conocidos por la policía que habían participado en programas de desradicalización  y reintegración en la sociedad. Pero estos programas han fracasado con la mayoría de los yihadistas, y es imposible que tengan éxito, a menos que Europa abandone la tendencia política suicida de ignorar las causas reales de este tipo de terrorismo, es decir, la ideología religiosa que constituye la base del mismo: en otras palabras, la lectura que hacen los yihadistas de los textos sagrados del islam, de los que hacen propaganda con toda libertad predicadores y asociaciones (que condenan la violencia y no se involucran en ella). El problema no es la mano que sostiene el cuchillo, sino en el discurso ideológico que le ofrece la motivación y la justificación para usarlo para asesinar a otros.


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