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Todos los “no” del papa Francisco a los progresistas. El último, fortísimo, es sobre el final de la vida

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En medio del desinterés general de los medios de comunicación dominantes –para los que el “derecho” a decidir cómo y cuándo morir y hacer morir se considera ya algo inviolable–, el papa Francisco ha vuelto a pronunciar de una vez para siempre un “no” radical de la Iglesia católica a la eutanasia.

Lo ha vuelto a decir a través de la carta “Samaritanus bonus”, firmada por el cardenal Luis F. Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que ha aprobado el 25 de junio de este año y hecha pública el 22 de septiembre.

Presentando la carta, Ladaria la ha motivado “en relación a la situación actual, caracterizada por un contexto civil internacional cada vez más permisivo”.

Pero en la carta también se dice que su publicación se ha juzgado necesaria “para excluir una vez más toda ambigüedad sobre la enseñanza del magisterio [de la Iglesia] sobre la eutanasia y el suicidio asistido”.

Así, la “Samaritanus bonus” es también el último de los “no” que el papa Francisco está dirigiendo desde hace algún tiempo contra las huidas hacia adelante de los sectores progresistas de la Iglesia, que habían apostado muchísimo sobre su apoyo y que ahora no esconden su desilusión.

Esta es la secuencia de los “alt” que Jorge Mario Bergoglio ha ordenado en los dos últimos años, aunque no todos coronados de éxito:

– la carta del 25 de mayo de 2018 a los obispos de Alemania contra la “intercomunión” eucarística entre católicos y protestantes, escrita por el cardenal Ladaria y firmada también por el papa;

– la carta del 18 de septiembre de 2020, también contra la intercomunión y con una nota doctrinal de acompañamiento, que el cardenal Ladaria ha vuelto a escribir a los obispos alemanes, evidentemente no disciplinados por el precedente aviso; al contrario, más que nunca decididos a ir adelante basándose en un documento acordado con los protestantes, de septiembre de 2019;

– el silencio que el papa ha impuesto al sínodo de octubre de 2018 sobre el “cambio de paradigma” en el juicio sobre las parejas homosexuales, silencio observado tanto en la discusión en el aula, en el documento final, como en la exhortación pontificia postsinodal “Christus vivit”;

– las cartas de severas advertencias enviadas a la Iglesia de Alemania por el papa en persona o, en su nombre, por el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, para cerrar el paso a decisiones con sabor cismático en apoyo de sacerdotes casados, sacerdocio femenino y nueva moral sexual, todavía en la agenda de un sínodo nacional que ha comenzado el 1 de diciembre de 2019;

– el total silencio del papa Francisco, en la exhortación pontificia conclusiva del sínodo sobre la Amazonía, publicada el 12 de febrero de 2020, sobre la admisión al sacerdocio de los “viri probati” con mujer e hijos, que el sínodo había aprobado por mayoría.

Francisco ha querido justificar este último silencio en una nota hecha pública por “La Civiltà Cattolica” el 5 de septiembre, atribuyéndolo al “mal Espíritu” de la discusión en el aula sinodal, dividida “en posiciones dialécticas y antagonistas” como en un parlamento profano, y, en su opinión, carente de “discernimiento”.

En esa misma nota, el papa Francisco también escribió: “Quiero pensar que, en un cierto sentido, el sínodo no haya terminado”.

Y, de hecho en la Amazonia y en otras partes, los partidarios de los sacerdotes casados no creen que la cuestión esté cerrada, gracias también a las señales de aprobación de sus tesis que el mismo papa Francisco ha dado en varias ocasiones, antes del sínodo.

Esta última es una consideración que se refiere también a otros “alt” que acabamos de recordar, que también habían sido precedidos por palabras y gestos del papa que animaron a los partidarios del cambio.

Basta volver, por ejemplo, al vídeo de la inolvidable respuesta que Francisco dio a la mujer luterana que le preguntaba si podía hacer la comunión en misa junto con el marido católico:

> Sì, no, non so, fate voi…

O, sobre la homosexualidad, a aquél “¿Quién soy yo para juzgar?” que se ha convertido universalmente en la marca del pontificado de Francisco.

*

Pues bien, también la carta “Samaritanus bonus” –por él mismo admitido– ha sido precedida por pronunciamientos no claros de exponentes de la Iglesia en materia de eutanasia. Y es también por este motivo –se lee ahí– que “la Iglesia considera que debe reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana”.

El mismo Francisco ha sufrido las consecuencias de estas precedentes ambigüedades de lenguaje. En la sentencia del Tribunal Supremo de Londres del 10 de febrero de 2018, que decretó la muerte del pequeño Alfie Evans, el juez Anthony Hayden citó y forzó como justificación de la sentencia justo un punto del mensaje que el papa había enviado el 17 de noviembre de 2017 a monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia academia para la vida.

El punto era ese en el que Francisco hablaba de la tentación cada vez más “insidiosa […] de insistir en tratamientos que producen efectos poderosos en el cuerpo, pero a veces no ayudan al bien integral de la persona”; y definía “moralmente lícita” la renuncia o la suspensión de la aplicación de medios terapéuticos“ cuando su uso no corresponde a ese criterio de ética y humanidad que se denominará en lo sucesivo «proporcionalidad de la cura».

Más allá de la incorrección instrumental de la cita, hay que tener presente que ese mensaje papal ya había sido objeto de críticas apenas había aparecido, por algunas formulaciones suyas no claras.

Pero el verdadero campeón de ambigüedad en materia de final de la vida ha sido, en varias ocasiones, el destinatario del mensaje, monseñor Paglia.

En ese mismo asunto, centrado en la suerte del pequeño Alfie Evans, Paglia dio toda la razón al Tribunal Supremo de Londres, en una entrevista a “Tempi” del 8 de marzo de 2018. Y, como él, también los obispos de Inglaterra y Gales, empezando por el cardenal Vincent Nichols, aprobaron la sentencia de Londres.

En la conferencia de prensa de presentación de la “Samaritanus bonus”, el 22 de septiembre, el cardenal Ladaria ha respondido así a esta pregunta de Settimo Cielo:

P. – Ahí donde la carta afirma “el deber” de la Iglesia “de excluir una vez más toda ambigüedad en relación con el Magisterio sobre la eutanasia y el suicidio asistido”, ¿las ambigüedades se refieren también a pronunciamientos de vario tipo de algunas oficinas o de algún responsable vaticano como monseñor Paglia?

R. – [Sonrisa] Yo volvería a lo que también dice el Concilio Vaticano II en la constitución “Lumen gentium” sobre la Iglesia, y después a diferentes explicaciones que ha dado la Congregación para la Doctrina de la Fe. […] El Concilio dice que hay tres elementos [que hay que tomar en consideración]: la frecuencia de una declaración, el tono de esta declaración, la índole del documento. No es lo mismo un Concilio que una declaración a un periodista. Esto tiene que quedar muy claro. No es lo mismo una encíclica, un discurso que hace el Papa, o si ahora yo digo algo ante ustedes. […] También puede suceder que en algunos momentos, en ciertos tipos de declaraciones, que no son infalibles, el católico se vea en dificultad. En estos casos, también los documentos de la Iglesia prevén que se puede hacer un momento de silencio, sin hacer una oposición pública, pero esto no […] quiere decir que cuando un obispo abre la boca esté hablando de manera infalible, o compromete el magisterio de la Iglesia. No. La Iglesia tiene elementos de discernimiento, de juicio, porque el magisterio es sumamente articulado y se ejerce en muchos niveles.

*

Difícil prever cuál será el efecto, dentro de la Iglesia, de este “alt” del papa Francisco a declaraciones ambiguas sobre el final de la vida por parte de exponentes eclesiásticos que le son cercanos.

Fuera de la Iglesia, ya se sabe. Prevalecerá la indiferencia o, de todas maneras, un sencillo tomar nota de una oposición de la jerarquía católica a los cánones dominantes.

Lo cierto es que desde hace mucho tiempo no se oían palabras tan claras e inequívocas en un pronunciamiento del magisterio de la Iglesia católica en una materia tan delicada y divisiva.

He aquí una pequeña antología. Tomada de una carta que merece ser leída en su totalidad y que tiene una gran importancia bíblica y teológica, por ejemplo en el segundo capítulo sobre “La experiencia viviente de Cristo que sufre y el anuncio de la esperanza”.

*

DE LA CARTA “SAMARITANUS BONUS”

El texto integral:

> “Samaritanus bonus”

Incurable no es nunca sinónimo de “in-cuidable”. La mirada contemplativa invita a ampliar la noción de cuidado. El objetivo de la asistencia debe mirar a la integridad de la persona, garantizando con los medios adecuados y necesarios el apoyo físico, psicológico, social, familiar y religioso. La fe viva, mantenida en las almas de las personas que la rodean, puede contribuir a la verdadera vida teologal de la persona enferma, aunque esto no sea inmediatamente visible. […]

La Iglesia afirma el sentido positivo de la vida humana como un valor ya perceptible por la recta razón, que la luz de la fe confirma y realza en su inalienable dignidad. […]

El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser humano, aunque este lo pida. […]

La Iglesia considera que debe reafirmar como enseñanza definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana porque, con tal acto, el hombre elige causar directamente la muerte de un ser humano inocente. […] La eutanasia es un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia. […]

Toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana. […] Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles. […]

El personal médico y los otros agentes sanitarios —fieles a la tarea de “estar siempre al servicio de la vida y de asistirla hasta el final— no pueden prestarse a ninguna práctica eutanásica ni siquiera a petición del interesado, y mucho menos de sus familiares. No existe, en efecto, un derecho a disponer arbitrariamente de la propia vida, por lo que ningún agente sanitario puede erigirse en tutor ejecutivo de un derecho inexistente. […]

Tutelar la dignidad del morir significa tanto excluir la anticipación de la muerte como el retrasarla con el llamado “ensañamiento terapéutico”. […]

Alimentación e hidratación no constituyen un tratamiento médico en sentido propio, porque no combaten las causas de un proceso patológico activo en el cuerpo del paciente, sino que representan el cuidado debido a la persona del paciente, una atención clínica y humana primaria e ineludible. La obligatoriedad de este cuidado del enfermo a través de una apropiada hidratación y nutrición puede exigir en algunos casos el uso de una vía de administración artificial, con la condición que esta no resulte dañina para el enfermo o provoque sufrimientos inaceptables para el paciente. […]

El uso a veces obsesivo del diagnóstico prenatal y el afirmarse de una cultura hostil a la discapacidad inducen, con frecuencia, a la elección del aborto, llegando a configurarlo como una práctica de “prevención”. Este consiste en la eliminación deliberada de una vida humana inocente y como tal nunca es lícito. Por lo tanto, el uso del diagnóstico prenatal con una finalidad selectiva es contrario a la dignidad de la persona y gravemente ilícito porque es expresión de una mentalidad eugenésica. En otros casos, después del nacimiento, la misma cultura lleva a suspender, o no iniciar, los cuidados al niño apenas nacido, por la presencia o incluso solo por la posibilidad que desarrolle en el futuro una discapacidad. También esta perspectiva, de matriz utilitarista, no puede ser aprobada. Un procedimiento semejante, además de inhumano, es gravemente ilícito desde el punto de vista moral. […]

La Iglesia afirma la licitud de la sedación como parte de los cuidados que se ofrecen al paciente, de tal manera que el final de la vida acontezca con la máxima paz posible y en las mejores condiciones interiores. Esto es verdad también en el caso de tratamientos que anticipan el momento de la muerte (sedación paliativa profunda en fase terminal), siempre, en la medida de lo posible, con el consentimiento informado del paciente. […]

Es necesario que los Estados reconozcan la objeción de conciencia en ámbito médico y sanitario, en el respeto a los principios de la ley moral natural, y especialmente donde el servicio a la vida interpela cotidianamente la conciencia humana. Donde esta no esté reconocida, se puede llegar a la situación de deber desobedecer a la ley. […]

El derecho a la objeción de conciencia no debe hacernos olvidar que los cristianos no rechazan estas leyes en virtud de una concepción religiosa privada, sino de un derecho fundamental e inviolable de toda persona, esencial para el bien común de toda la sociedad. Se trata, de hecho, de leyes contrarias al derecho natural en cuanto que minan los fundamentos mismos de la dignidad humana y de una convivencia basada en la justicia. […]

Un caso del todo especial en el que hoy es necesario reafirmar la enseñanza de la Iglesia es el acompañamiento pastoral de quien ha pedido expresamente la eutanasia o el suicidio asistido. Respecto al sacramento de la Reconciliación, el confesor debe asegurarse que haya contrición, la cual es necesaria para la validez de la absolución. […] Esto implica también que una persona que se haya registrado en una asociación para recibir la eutanasia o el suicidio asistido debe mostrar el propósito de anular tal inscripción, antes de recibir los sacramentos. […]

No es admisible por parte de aquellos que asisten espiritualmente a estos enfermos ningún gesto exterior que pueda ser interpretado como una aprobación de la acción eutanásica, como por ejemplo el estar presentes en el instante de su realización. Esta presencia solo puede interpretarse como complicidad.

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(s.m.) Para quien quiere comprender algo de la noticia dominante de estos días, lanzada a las 19:59 del jueves 24 de septiembre por un conciso comunicado de la sala de prensa vaticana, que daba la noticia de la ”aceptación” por parte del papa Francisco de la “renuncia” del cardenal Giovanni Angelo Becciu del cargo de prefecto de la congregación para las causas de los santos y “de los derechos vinculados al cardenalato”, este antecedente puede ser esclarecedor:

> Francisco, un buen empresario «que no quiere despedir a nadie». Pero los hechos dicen lo contrario (12 de mayo de 2020)

Mientras que en lo que atañe a la autodefensa hecha por Becciu el día después de ser defenestrado, basta leer  uno de los muchos resúmenes publicados.


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